By Javier Torres Aguilar La escena así: Desde adentro de la unidad, un automovilista de Chilpancingo, en la ciudad del mismo nombre, mira que el vocho blanco empieza a avanzar en esa convergencia de vías; atrás hay más autos en fila, pero Roberto, llamémoslo así, sabe que los demás no avanzarán por el momento, esperarán su turno, pues, de acuerdo a las reglas no escritas pero aceptadas por la mayoría del lugar, en los cruces de vías donde no hay semáforos, pasa un auto de una calle y luego el de la otra, o sea, uno y uno, pues. Así que Roberto ya tiene el pie en el acelerador para avanzar, pues ya le toca cruzar, pero en eso, repentinamente, aprieta los dientes al mirar cómo otro auto ya avanza muy pegadito al vochito ; Roberto, al no poder cruzar la vía en ese momento, escudriña al chofer que le ha ganado el paso. “Ha de ser un chilango”, dice sin despegarle la vista; su acompañante de Roberto asoma la cabeza por la ventanilla, escaneando con la mirada al tipo del...
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