Cuando coincidí con Ignacio Padilla en un evento literario
Por Javier Torres Aguilar
Sin duda, es una gran pérdida para el mundo
académico y literario, la muerte de Ignacio Padilla. Del escritor, para ser
honesto, mi mente no capturó su fisonomía, aunque una vez coincidimos, a
inicios de los 90. En esa ocasión, en el templete de madera, en la Delegación
Iztacalco del DF, seguramente nos saludamos, y quizá hayamos intercambiado
algunas palabras, pero no recuerdo nada. Al igual que Nacho Padilla, otros
ganadores del “Premio de Cuento Edmundo Valadés 1992-1993”,
habíamos acudido a recibir las felicitaciones y diplomas de parte de
funcionarios de dicha delegación, el INBA y CONACULTA. Esa vez era una noche de
viento frío que nos azotaba en el rostro arriba del estrado; allá abajo, en la
explanada había un gentío, pues con motivo de una festividad en la delegación
se había programado la entrega de los reconocimientos a los triunfadores del
certamen. Al que sí recuerdo bien esa vez que coincidimos, es a Ricardo Chávez
Castañeda, que, al igual que yo, se había hecho merecedor de mención honorífica
en dicho concurso literario. Sonreía Ricardo, mientras nos saludamos con un
apretón de manos, como si nos conociéramos de años atrás; su cabellera larga y
encrespada era acariciada por el aire fresco de esa noche; no recuerdo qué
platicamos, pero Chávez me simpatizó por su sencillez; en ese entonces, al
igual que el escritor de la cabellera encrespada, Nacho Padilla no era muy
reconocido como escritor; incluso en ese concurso literario en 1992 Padilla no
obtuvo el primer lugar, sino el tercero, esa ocasión el ganador del certamen
fue Gabriel Mendoza, a quien no recuerdo, como si las rendijas de mi memoria no
hubieran guardado su rostro y fisonomía; y en 1993, cuando volvió a convocarse
al Premio de Cuento Edmundo Valadés, Padilla obtuvo solo una mención
honorífica. Los cuentos de Padilla, triunfadores de ese concurso, al igual que
los relatos de los demás ganadores se publicaron después bajo el título En Primer Lugar. Premio de Cuento Edmundo Valadés 1992-1993, editado por el
INBA y CONACULTA. Sin
embargo, no fue muy sencillo determinar a los ganadores del premio, en la primera
ocasión que se convocó y en la que Nacho Padilla obtuvo el tercer lugar. Uno de los
integrantes del jurado, el escritor Rafael Ramírez Heredia, conocido en el
mundo literario como El Rayo Macoy, en alusión al título de uno de sus libros
con el cual se dio a conocer, en una ocasión, después que lo había
entrevistado, mientras tomaba a sorbos una Coca-Cola como remedio para su
presión baja, me platicó que habían sido más de ochocientos cuentos
participantes en el concurso, provenientes de varias partes de la México y de
países sudamericanos. Fue muy difícil elegir a los finalistas, dijo; “había
mucha calidad”.
Portada del libro que agluti-
na los cuentos triunfadores
del concurso; en la obra se
encuentran relatos de Padilla,
Ricardo Chávez Castañeda,
Herminio Martínez y Javier
Torres Aguilar, entre otros.
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Pese a haber figurado entre los triunfadores de ese concurso, el despunte y reconocimiento literario de Nacho Padilla fue años después de esa competencia literaria, luego de que, en conjunto con otros cuatro escritores, se autonombrara como miembro de la Generación del Crack y después de que en el 2000 ganara el Premio Primavera por su novela Amphitryon. Un año antes, en 1999, Jorge Volpi, otro de los miembros de este grupo que fue duramente atacado por la crítica mexicana, había ganado el Premio Biblioteca Breve de Seix Barral por su libro En busca de Klingsor. Con estos premios españoles obtenidos por los miembros de la Generación del Crack, el interés internacional por los autores del Crack se despertó y se reimprimieron sus obras y se realizaron traducciones a varios idiomas. La partida de Padilla, ocurre en momentos cumbres de su trayectoria literaria y académica. Sin duda, es una gran pérdida.
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