Trotes en el Neza de ayer
Por Javier Torreal
Después
de tantos veranos, volver a subirte al chimeco –ahora los camionzotes
chatos-, es como si nunca te hubieras ido de esta ciudad -otrora
temida por sus chavos banda que deambulaban por sus calles
polvorientas-; como si solo te hubieras despertado de un largo sueño, y
encontraras distinta la fisonomía de Neza, ahora ya con todas sus calles
pavimentadas y sus casas de concreto, como si hubiera sido apenas ayer cuando,
enfundado en tus jeans, caminaras por
las calles lodosas de éste tu Neza, al lado de Fidel, tu primo, rumbo a la tocada que el sonido Guarapera invitaba
allí, carnal, en la calle ancha de la Lindavista; como si hubiera sido ayer,
cuando, junto con los chavos de la banda, descubiertos los bíceps unos, pero de
cabello hasta la nuca la mayoría, te sentaras largo rato en los troncos que
hacían las veces de banco, que tenían en la orilla de la terregosa calle
Tepeyac, y ya allí, que el trago a la guama, que el pase de mota, que las
bromas pesadas pero que todos aguantaban, y de pronto, todos guardaban silencio
cuando pasaba una morra buenona, y no faltaba quien le lanzara un piropo, qué buena
estás mamacita, y, ella, cabizbaja; como si hubiera sido ayer que te dormiste y
al despertar ahora, de pronto, la polvorienta avenida Chimalhuacán estuviera cubierta de asfalto,
y la casona que albergaba al cine Aurora se hubiera transfigurado en ese centro
comercial, como si fuera un sueño, eso quisieras que fueras, que nada se
hubiera transformado; que sólo fuera un sueño, en el cual vieras que los chavos
banda se hubieran transformado en los chavos ninis clavados
en su celular en la combi o el micro; como si todo esto fuera un sueño... Pero
en el chofer del chimeco - porque así
le quieres llamar al camión pasajero que otrora le decían delfín, como para aferrarte a tu pasado-, sus tatuajes en el brazo,
su camiseta sin mangas, su sonsonete del habla, su música rockera que viene
escuchando, te vuelven a la realidad de que la banda es cosa
del pasado, que quedó en la generación sintetizada en este chofer; que el
Neza de ahora poco tiene del que viviste con sus tocadas y
en las idas al cine Aurora; que todo eso es recuerdo, y los chavos de ahora
son ninis, la mayoría
clasemedieros, y los lugares de destrampe de los jóvenes de antaño, ahora se
han transformado en Vips u otros negocios consumistas de la clase media.
Te
bajas del chimeco y caminas por la Tepeyac, tu calle, donde en otros sitios haz
dicho que aún trotan tus pasos juveniles, quizás como fantasmas, quizás en un
intento de que el pasado no se hubiese ido; y sientes el aire de la
tarde muriendo, y los rostros de los que cheleaban en la
banqueta o simplemente mataban el tiempo, unos ya los notas
cansados, marchitos, y otros ya no los ves (después te enterarás que ya no
viven en la cuadra); pero pese a
ello, el pisar este asfalto y el mirar sus casas, sientes como si no te
hubieses ido, quizás porque aun crees oír el trotar de tus pasos juveniles en
esta tu calle y en tu Neza.
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